Como dice mi madre: "se gana más con mieles que con hieles"
- sandranruiz
- 7 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 jul

Visita de obra de El Cortijo.
En un contexto como el actual, donde el ritmo de trabajo es alto, las urgencias se encadenan y los márgenes de error son mínimos, no es raro encontrarse con situaciones cargadas de tensión. Lo vemos cada semana: un permiso que se retrasa, una obra que se complica, una diferencia de criterio en la toma de decisiones. Y en esos momentos críticos, lo que cambia el rumbo de una situación no siempre es el nivel técnico, sino la capacidad de gestionar el conflicto desde la calma.
Lo que parece una cuestión de actitud acaba siendo una herramienta real de trabajo. Una que no se enseña en la universidad, pero que sostiene relaciones, equipos y proyectos enteros.
Cuando se pierde la paciencia…
Cada vez resulta más habitual que la frustración acumulada por los problemas del proceso —retrasos, costes, limitaciones normativas— acabe cayendo sobre quien simplemente está cumpliendo con su parte. Técnicos, aparejadores, administrativos, obreros… todos reciben, en algún momento, el impacto de una impaciencia que no siempre se dirige a quien corresponde.
El problema no es solo emocional. Cuando se rompe el canal de comunicación, se pierde información valiosa, se bloquean decisiones importantes y, en definitiva, se perjudica el proyecto. La dureza innecesaria no acelera procesos, al contrario: los entorpece.
El verdadero liderazgo es serenar, no tensar
En proyectos largos, complejos o con mucha implicación personal, es fácil dejarse llevar por el impulso. Pero hay algo profundamente profesional —y profundamente humano— en quien elige no alimentar ese impulso, sino transformarlo. En quien escucha antes de responder, en quien explica en lugar de imponer, en quien acompaña incluso cuando el otro no está del todo razonable.
Un buen líder sabe que un tono tranquilo y firme puede abrir más puertas que una postura arrogante. Y eso se traduce en resultados: mejores decisiones, relaciones más estables y proyectos que avanzan con menos desgaste.
La arquitectura también se construye desde ahí
Cada proyecto implica una serie de retos técnicos, pero también humanos. Expectativas, miedos, ilusión, desgaste... Todo eso está presente, por eso, seguir creyendo en el diálogo, en el respeto mutuo y en una manera de trabajar consciente es una decisión firme, es un gran fortaleza.
Al final, cuando un proyecto se resuelve bien, no es solo por cómo se colocaron los materiales, sino por cómo se gestionaron las relaciones. Y en eso, la amabilidad es una aliada poderosa.
Lo importante sigue siendo lo mismo
Cuando todo se complica, vale la pena parar y recordar: estamos aquí para construir, para transformar espacios, para crear, para soñar... Para aportar soluciones, no más problemas. En esa tarea, elegir la cercanía y la colaboración es una estrategia profesional que funciona de manera brillante.
Porque en este oficio, lo técnico importa. Pero lo humano, también.



Comentarios